lunes, 10 de marzo de 2008

Lentitud es belleza


Parece ser que en este mundo que nos ha tocado vivir todo tiene que ir rápido. Es algo que ya nos hemos acostumbrado y que damos por hecho. Vamos corriendo de aquí para allá, nos sumergimos en una ciudad acelerada, donde todo el mundo tiene prisa. Llevamos corriendo a los niños al colegio. Trabajamos rápido y comemos rápido para poder seguir trabajndo rápido, queremos volver rápido a casa para ir a comprar rápido al supermercado y hacernos una cena rápida. Nos sentamos delante de la tele y, mientras ojeamos rápidamente el periódico, hacemos un rápido zapping antes de irnos a la cama donde tal vez haya un rápido encuentro sexual para después dormirse rápido porque mañana será otro rapido día que será necesario aprovechar.

Nos pasamos parte de nuestras vidas rindiéndole culto a la rapidez y enfrascados es una carrera sin sentido contra el tiempo. El mundo que nos rodea se mueve con mas rapidez de lo que jamás lo había hecho y nos arrastra con él. Nos esforzamos por ser mas eficientes, por hacer más cosas por minuto, por hora, cada día. Las prisas están invediendolo todo, provocando que no podamos profundizar y entender lo que pasa en nuestras vidas. No hay disfrute, sólo hay resultados.
Pero ya empezamos a ver que cuando aceleramos procesos que no deberian acelerarse, cuando olvidamos cómo ir más despacio, inevitablemente tenemos que pagar un precio: vivimos al borde de la extenuación, y tanto el cuerpo como la mente nos recuerdan constantemente que el ritmo de nuestra vida es vertiginoso y está descontrolado. La pasión por hacer cada vez más cosas en cada vez menos tiempo, estan llegando al límite y se ha convertido en una adicción. Si nos paramos un momento y observamos a nuestro alrededor, veremos que sufrimos estrés, agotamiento, fatiga crónica, vacío y depresión como consecuencia de nuestra vida sobrestimulada e hiperactiva. Tratamos de relajarnos y de disfrutar de las cosas, pero estamos tan ocupados que no tenemos tiempo para conseguirlo. Nuestra mente ya no puede parar y corremos poseídos miestras la vida se nos escapa entre los dedos como si fuese arena.

En un mundo donde se dá por hecho que el "tiempo es oro" y que "más es mejor" es difícil aceptar que la mejor manera de valorar nuestro tiempo es hacer las cosas mas despacio. De hecho, ir mas despacio es un profundo cambio de paradigma, una revolución cultural en toda regla.

Curarnos de nuestra adicción a las prisas pasa, inevitablemente, por ir mas despacio. un antiguo proverbio italiano dice "quien va despacio va lejos y va sano". Si conseguimos frenar tal vez descubramos algo: podemos obtener energía y eficiencia allí donde quizás menos lo habíamos esperado: en el hecho de hacer las cosas más despacio. Ha llegado el momento de detenerse y observar. Si se quiere llegar de prisa, a menudo es más eficaz buscar con calma un recorrido inteligente que correr quién sabe adónde y sin brújula.

Lentitud no significa anti-modernidad y nada tiene que ver con la vagancia sino más bien con la sabiduría y la paciencia. La lentitud tiene que ver con andar a un ritmo acorde a la vida humana, los valores y la sostenibilidad. La filosofía de la lentitud puede resumirse en una sola palabra: equilibrio.

A.G. cita a "Elogio para namaste". Ed. Kopiados, Polonia, 2008.